Desde el control de Facebook, Instagram y WhatsApp, Zuckerberg ejerce un poder digital sin precedentes. Sus decisiones sobre el flujo de información y la moderación de contenido no solo influyen en elecciones y movimientos sociales globales, sino que lo sitúan en el centro de batallas regulatorias y la lucha por la soberanía digital, redefiniendo los límites entre el poder corporativo y el estado.